Según Fernández-Galiano,
el Museo Guggenheim de Bilbao es un ejemplo de cómo la arquitectura
contemporánea puede trascender la mera construcción y convertirse en un
espectáculo cultural y motor urbano. Con esta forma escultórica, redefinió la
relación entre el edificio y la ciudad. Su impacto social y mediático convirtió
a Bilbao en un fenómeno global.
Tanto
la solidez formal del edificio como la transformación en la percepción pública
confirman que el Guggenheim de Bilbao es un ejemplo paradigmático de
arquitectura transformada en evento.
La primera tesis afirma
que el volumen escultórico del museo redefine la relación del museo con el
entorno urbano.
Gehry
proyecta el edificio como una serie de corpuses dinâmicos, como si la ría lo
atraese, integra la arquitectura y el paisaje. Al hacerlo, la materia del
edificio, en titanio ondulado e imposible a la vista, confiere al museo la
calidad de ser vivo en la ciudad. Según Fernández-Galiano, ese gesto rebasa el
propósito típico del museo al convertirse en experiencia espacial, abrumadora a
la vez para el visitante y el ciudadano. En tal forma, la instalación
artística, en lugar de ser el contenedor del arte, es la propia pieza artística
a exhibir.
La
segunda es que el legado del Guggenheim queda como huella profunda en la
cultura y la comunicación, marcando a Bilbao a nivel mundial. Con la
inauguración del museo apareció lo que después sería conocido como “el efecto
Bilbao.” Se trata de un fenómeno en el que la arquitectura icónica cuenta con
la potencia suficiente como para eliminar completamente la ciudad.
Según
Fernández-Galiano, el museo pasó a convertirse, a corto plazo, en la marca
internacional que atrae turismo, inversión, o también la mirada mediática. Sin
la intervención del museo, la identidad de la ciudad habría permanecido sin
cambios, pero la presencia del Guggenheim contribuyó a reconstruir la identidad
a través del arte creativo, marcado por la ideología dominante, y resultando
ser una herramienta poderosa a la hora de contar la historia de la ciudad. de
producir cambios económicos y simbólicos.
En
la relación entre la fuerza formal del edificio y el impacto social, queda
claro que el Guggenheim cumple completamente la afirmación propuesta, es decir,
la arquitectura como espectáculo transformador.
Por
una parte, la estructura escultórica del Gehry demuestra cómo el museo redefine
la experiencia del espacio y la función del mismo en la ciudad. Por la otra, la
influencia del Gehry en la esfera mediática y económica confirma cómo la
arquitectura es capaz de producir influencias culturalmente profunda. De manera
conjunta, ambos prueban cómo el Guggenheim de la ciudad de Bilbao es una obra
en la que la arquitectura superó el espacio físico para convertirse en evento
global.
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