Qué valioso
es poder aprender sobre algunos de nuestros compañeros arquitectos más
importantes en la historia del desarrollo arquitectónico. En este caso,
hablamos de los famosos Charles y Ray Eames, quienes no solo diseñaron pocos
edificios, sino que también revolucionaron el concepto existente de cómo debían
ser los muebles y gran parte de lo relacionado con el diseño de interiores. Al
ver este documental, pensé en cómo ellos lograron mantener un estilo clásico al
mismo tiempo que creaban algo moderno, cómodo y completamente funcional para el
ser humano. Por eso presento estas proposiciones: primero, mantener el
carácter clásico de un diseño durante su proceso de modernización, y
segundo, diseñar algo dinámico para que el cliente se sienta parte de la
obra.
Cada diseño que busca mejorar lo ya creado debería conservar la esencia de lo que fue, claro está, modernizándolo, pero sin transformarlo en algo completamente distinto, sino en una versión mejorada que mantenga su estilo clásico. Asimismo, todo diseño debería brindar la oportunidad de que el cliente se sienta parte del proceso creativo, de modo que pueda experimentar y vivir plenamente su compra o su experiencia con la obra.
Cuando hablamos de mantener el
carácter clásico durante un proceso de modernización, me refiero a que un
diseño que está siendo remodelado no debe adueñarse de la idea original y
construir sobre ella, sino más bien abrazarla y convivir con ella.
Una de las razones principales por las que me uní a estudiar arquitectura fue la experiencia de ver la Sagrada Familia. Esta construcción imponente me dejó sin palabras, pero al mismo tiempo llena de preguntas. Su diseño tiene algo muy particular: la capacidad de seguir siendo remodelada y modernizada sin perder su estilo clásico. Este es el ejemplo perfecto de lo que quiero transmitir, ya que un solo cambio radical en un espacio existente puede transformar la obra por completo, sin importar cuán grande o pequeño sea ese cambio.
La parte más esencial de un diseño debería ser
esta: la parte en la que el cliente, por primera vez, tiene la oportunidad de
conectarse con su proyecto sin interrupciones.
Esto es muy importante, y no solo lo vemos con los Eames,
sino también con Steve Jobs y sus iPhones. Estas tres personas tan grandes
tenían un objetivo en común, aparte de hacer dinero: lograr que el cliente
sintiera que cada vez que compraba, podía vivir una experiencia organizada por
él mismo. No siempre ocurrirá esto, pero el hecho de que el cliente pueda
sentirse parte del proyecto y del diseño hace que todo lo que esté pasando
tenga un impacto positivo diferente.
Vamos a terminar esto diciendo que ambas proposiciones son
bastante válidas a la hora de analizar lo que sí y no debería ser priorizado
cuando diseñamos. Cuando diseñamos, no podemos pensar solo en nosotros; debemos
considerar la belleza visual, su valor estético, mantenernos fieles a lo
clásico, entre otros aspectos.
Primero, mantener el carácter clásico de un diseño; segundo,
diseñar algo dinámico para el cliente. Parecen objetivos diferentes, sin
embargo, cada vez que logramos combinar estas dos cosas, siempre salimos
ganando: ya sea con el cliente, el profesor o el maestro que busca vivir la
experiencia que nuestro diseño ofrece. Incluso cuando respetamos visualmente lo
clásico al modernizar un edificio, podemos ver cómo la gente se queda admirando
lo hermoso que acabamos de diseñar o construir.
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